Gente que trabaja en cultura, por una renta básica universal e incondicional

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imagennativa.cat/.- Las personas que firmamos este manifiesto queremos expresar nuestra convicción de que una renta básica universal e incondicional sería la mejor política cultural posible, e invitamos a otras personas interesadas en la cultura, y en general a todo tipo de organizaciones y colectivos de cualquier ámbito, a informarse, reflexionar y hacer fuerza pública y compartida, para que esta medida sea impulsada e implantada por las instancias políticas que la deberían garantizar.

Quede claro, en primer lugar, que, como ya hace años explican las voces defensoras de la medida, cuando hablamos de renta básica universal nos referimos a una renta mensual por un valor como mínimo equivalente al umbral de la pobreza, a la que tienen derecho sin ninguna condición ni exclusión todas las personas para garantizar su vida, y no a ningún otro tipo de renta o medida específica para la cultura ni para ningún otro sector. Una renta básica para todos mejoraría la vida de mucha gente, y al mismo tiempo mejoraría radicalmente las condiciones de las prácticas artísticas y culturales.

Pensamos que es una medida necesaria como mecanismo redistributivo de riqueza, que, en un marco en el que el paro general es tan grande y, al parecer, aún lo será más, el trabajo ya no es creíble como dispositivo para garantizar la vida. En el caso del trabajo cultural, llevamos bastantes años de precariedad, ingresos por debajo de los 6.000,00€ anuales para muchas personas, y supervivencia a base de voluntad y trabajos basura, como para poder afirmar que no parece realista imaginar una vida digna sostenida desde el condicionamiento laboral. La renta básica universal mejoraría la vida de millones de personas desempleadas, de millones de personas que sobreviven con trabajos explotadores, y también mejoraría la vida de la gran mayoría de las personas que dedican su tiempo de trabajo a tareas culturales, por encima de las expectativas que les podría suponer cualquier medida cultural específica.

El trabajo cultural también es, como estamos viendo, un territorio de conflicto, en el que las condiciones de negociación hacen que se acepten situaciones de explotación por falta de alternativas: asociación de imaginarios culturales a marcas, en conflicto frontal con lo que queremos mostrar, aceptación de situaciones contractuales ilegales e injustas, subordinación a imposiciones y arbitrariedades políticas… La renta básica universal incondicional supondría, en el campo cultural como en tantos otros, una mejora para ganar autonomía y capacidad de negociación de las personas trabajadoras en estas situaciones. Con la renta básica podríamos decir no.

La renta básica universal nos parece beneficiosa para la cultura, por que favorece directamente a las personas que lo necesitan, y no se distrae en las estructuras, como hacen tantos sistemas de financiación públicos, que se pierden en un flujo de riqueza que supuestamente va de arriba bajo pero nunca llega abajo, y en el que tantas veces se consolidan las desigualdades y se acaba beneficiando a los que menos lo necesitan. Pensamos que pasa así en cultura, así como en muchos otros ámbitos donde la riqueza nunca acaba de “bajar”. Si se necesitan estructuras, ya las construiremos nosotros.

Creemos en la renta básica universal, también, como alternativa a los laberintos burocráticos de las subvenciones, de las condiciones de los autónomos, y de tantos otros mecanismos de subsidio, también fuera de la cultura, siempre discriminatorios, siempre centralizados, siempre controladores, siempre humillantes, y a menudo tan costosos, por el aparato administrativo que exigen (¿cuántos euros se gastan en gestión burocrática por cada euro que llega a destino en una subvención de cultura?). No hacen falta tantas preguntas. Tenemos derecho a vivir.

Defendemos una renta básica universal, eso sí, que no puede servir de excusa por el desmantelamiento de aquellos recursos comunes estatales que ayudan a sostener la vida. Queremos una renta básica que simplifique cosas, sí, pero ni esta ni ninguna otra medida son la poción mágica que por sí sola modifica el sistema. Queremos una renta básica que, en un mundo desigual como el nuestro, deben pagar los ricos, y que debe ser paralela, por ejemplo, a una regulación de la vivienda que lo haga accesible y deje de justificarlo como bien de inversión.

Decimos que la renta básica universal sería la mejor política cultural, porque somos conscientes de que la cultura no se construye ni se sostiene, sólo, desde el trabajo de las personas que se dedican a ella, sino que depende en todos sus aspectos de un espectro social que incluye los que habitualmente llamamos público. ¿De qué nos serviría un sistema cultural que sólo estuviera al servicio de aquellos que tienen el tiempo, los recursos y la tranquilidad para “consumir cultura”? No tenemos más remedio que entendernos interdependientes y preocuparnos por las condiciones de vida de todo el mundo. Si la vida social no está garantizada, la cultura no es viable o acaba siendo un recurso insolidario y elitista.

Apostamos por la renta básica universal, también, porque no queremos soportar más un sistema que sólo nos pide producir -infatigablemente, infructuosamente y sin parar- contenidos culturales, año tras año, proyecto tras proyecto, en una dinámica en la que nada se aprovecha, nada es profundo, y en la que la cultura está en perfecta sintonía con tantas otras dinámicas de sobreproducción del sistema capitalista. Necesitamos la renta básica para poder parar la rueda, y promover otra cultura compatible con un mundo habitable y sostenible para todos.

Finalmente, y por si aún no ha quedado claro, queremos la renta básica para todos porque estamos hartas y hartos de un sistema cultural que siempre aparece como un mundo mágico y privilegiado que vive al margen de la vida, porque ni esta es nuestra condición real, por mucho que el brillo de las apariencias a menudo haga ver otra cosa, ni es esta la cultura que queremos ayudar a construir y compartir.

Necesitamos iniciativas que imaginen, expresen e impulsen horizontes que vayan más allá del sistema injusto e insostenible existente, como ya se expresaba y se volverá a manifestar desde tantos colectivos y lugares del planeta antes de la crisis del Covid 19, y que, no obstante, en la desescalada, algunos parecen mirar como si se pudiera restablecer. La nuestra quiere ser una aportación en esta necesaria dirección de cambio, que reconoce las inercias culturales que resuenan en lo viejo, y quisiera activar la imaginación y sumar energías para un horizonte más justo, esperanzador y sostenible.

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