De los distintos modelos de rentas básicas, el “intelectualismo” o el juego institucional, opinan Manolo Saez y Jesús Arteaga en ésta entrevista, de la que publicamos un extacto. Leer entrevista completa
¿Por qué tanta polémica en cuanto a las diferentes modalidades de renta básica, o si debe anteponerse el trabajo garantizado?
MB: Cuando tú constituyes un planteamiento como vanguardia y verdad, tenemos un problema. Todo esto viene de un proceso muy largo. “Gentes de Baladre” empezaron a trabajar la propuesta en 1984, y durante 20 años el ninguneo fue permanente. Gracias a sectores de la economía crítica –y me refiero a personas como José Iglesias Fernández o Josep Manel Busqueta-, le conseguimos dar a la propuesta una potencia mayor. Pero en las primeras Jornadas sobre la Renta Básica, celebradas en 1998 en Barcelona, algunos sectores de la academia iniciaron el camino de colocar la iniciativa en los carriles del sistema; de modo que potenciaron el que sólo hubiera una lectura de la renta básica, la de la ciudadanía universal. Pero nosotros continuamos con el desarrollo de nuestra idea. Actualmente hay tres modelos. El de las Rentas Mínimas de Inserción, orientadas a sectores en exclusión, que se abonan con algún tipo de contraprestación; en segundo lugar, la Renta Básica Universal como mecanismo de redistribución de la renta, sin contrapartidas ni contraprestaciones; y por último, la RBI, línea por la que apostamos en Baladre. Ponemos el acento en que la RBI nos ayude, durante el proceso, a generar comunidad; y también a disponer de bienes y servicios, no sólo de dinero.
¿Consideráis que en la izquierda tiene un peso excesivo el “intelectualismo” y la argumentación académica, que hay militantes a quienes se les valora por el currículo de publicaciones y doctorados?
MB: No sólo tienen un peso excesivo. Hemos confundido el conocimiento con el conocimiento académico. Es como si unas minorías quisieran darnos a entender que la construcción de experiencias y de la vida sólo viene de los profesores y de la academia. Sin embargo, éste es un conocimiento muy sesgado y mercantilizado; además, lo que estamos comentando remite a un pequeño drama que sufrimos los pequeños colectivos sociales: vemos que no tenemos voz en distintos ámbitos de comunicación que deberían ser los nuestros. Así pues, creo que hace falta una visión holística de lo que están generando nuestras vivencias; no sólo el enunciado de abstracción y análisis, sino mostrarnos la vida y el pensamiento con toda su tensión. De eso andamos totalmente escasos.
Por otro lado, ¿se puede esperar algo de la política en el marco de las instituciones? ¿Sois partidarios de entrar en el “juego” parlamentario?
MB: Hay una expresión que repito mucho cuando me llaman a compartir experiencias o prácticas de formación en Podemos, Bildu, la CUP o las mareas. Les digo que es duro ocupar la casa del amo, ya que éste tiene estructuras y normas. Que lo hagan, de acuerdo, para frenar en lo posible las políticas del amo, pero no podrán hacer nada más, ya que los cambios reales están afuera; la base de la transformación está en las comunidades y la cotidianidad. Y esto hay que decírselo a los compañeros con cariño, para que no te venga luego el secretario judicial o el tribunal de turno de la institución y te diga que tal cosa no puede hacerse. Lo que más les pido a los compañeros –y lo digo, aunque éste no sea mi recorrido- es que conciencien a la gente de que dentro no hay cambio posible… aunque después no les voten. Allí dentro no podrán hacer lo que quieran. Eso se lo tienen que explicar a sus votantes. Insisto, lo institucional ha de servir para generar más oxígeno al afuera, no al adentro.