ASMIBA, ejemplo de esperanza y resistencia obrera

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Foto: elsaltodiario.comQueda menos para el 40 aniversario de ASMIBA, fundada en 1981, una entidad pionera en Extremadura del asociacionismo de personas con discapacidad.

https://www.elsaltodiario.com/ Juan Agustín Franco. Antiguo socio y ex-alumno de la escuela de mecanografía de ASMIBA.- En recuerdo de ASMIBA escribo estas líneas, para rescatar del olvido un pedazo de historia que no por pequeña deja de ser un ejemplo grande en el que mirarnos todavía como sociedad, como comunidad, con dignidad, lejos de esas miradas que nos cosifican y nos mercantilizan. Precisamente ahora, en tiempos de coronavirus y confinamiento. Un rayo de esperanza.

Así, esta reflexión de memoria colectiva sobre la función social del movimiento asociativo de personas con discapacidad surge de la sorpresa y de la necesidad de dar voz y poner en valor una realidad histórica olvidada, incluso clandestina. Surge ante la invisibilidad de una parte de la riqueza de la lucha obrera, particularmente la del tejido asociativo ligado a la discapacidad, un terreno bisagra entre el mundo productivo y el reproductivo, entre la fábrica y el hogar, entre el taller y la cocina. Un limbo entre la independencia (laboral) y la esclavitud (doméstica).

La exclusión social a la que se enfrenta una persona con discapacidad física no sólo se debe a su discapacidad, es necesario considerar otros elementos de exclusión social de índole discapacitante

Retomando y generalizando la reflexión feminista del Manifiesto del Congreso Europeo sobre Discapacidad de 2002, podemos decir que la exclusión social a la que se enfrenta una persona con discapacidad física no sólo se debe a su discapacidad, es necesario considerar otros elementos de exclusión social de índole discapacitante (que afectan también a personas sin una discapacidad física previa): Las discriminaciones múltiples. El objetivo consiste, por tanto, en luchar contra la múltiple discriminación combinando distintas medidas de políticas públicas, incluyendo las de acción positiva, siempre teniendo presente el ineludible papel protagonista de las personas con discapacidad (y/o sometidas a estrés discapacitante) en la definición de tales medidas.

Así, esta reflexión surge principalmente de la propia vivencia y experiencia personal compartida en una asociación de personas con minusvalía física. ASMIBA, la Asociación de Minusválidos Físicos de la Provincia de Badajoz, casi dos décadas de historia obrera (entre los 80 y los 90). Casi veinte años de escuela de militancia alrededor de su academia de mecanografía, tecla a tecla, aprendiendo a tejer la conciencia crítica a través de la máquina de escribir. La mecanografía como hilo conductor de un proceso de enseñanza y aprendizaje revolucionario. En julio de este año se celebrará el 39 aniversario de su creación.

El aula gratuita de mecanografía de ASMIBA fue el nexo de unión de los jóvenes del barrio

El aula gratuita de mecanografía de ASMIBA fue el nexo de unión de los jóvenes del barrio. Un barrio, en aquella época, de clase obrera y lumpen, el casco viejo de Badajoz. Centro neurálgico de la pobreza, las drogas y la prostitución. En ese peligroso y degradado contexto, ASMIBA era un faro de esperanza, un referente para la formación de la conciencia de clase trabajadora.

El alma de ASMIBA era Pepe Sanguino, su presidente y profesor de mecanografía. Un maestro de vida en el sentido más genuino. Como en un espejo nos veíamos reflejados y reconocidos en él, más allá de la parálisis cerebral. En Pepe Sanguino confluían en paz y con respeto nuestras propias minusvalías, deficiencias, disfunciones, nuestro propio barro frágil.

La máquina de escribir Olivetti era nuestro torno particular en el que moldeábamos sin cesar ese barro maleable y humedecido que éramos cada uno de nosotros. Humedecido por un contexto social y familiar de sufrimiento, dolor, lágrimas, aislamiento, analfabetismo, maltrato… En fin, por la violencia estructural de la pobreza y la marginalidad, cuando el neoliberalismo era todavía un bebé.

Recuerdo algunas anécdotas y experiencias vitales de entonces que leídas desde el bagaje aprendido en ASMIBA son muy esclarecedoras y reveladoras de la enorme importancia social de esta asociación. Una herramienta de conciencia de clase y de emancipación colectiva.

La vivencia de la pobreza en común no es igual que en solitario. Descubrir que eres pobre es un shock impactante, que golpea hasta herir. Una bofetada, existencialmente hablando, una bofetada simbólica, pero vaya si duele, el eco perdura durante años.

Lo duro de estas experiencias-bofetada-existencial no es tomar conciencia de la pobreza económica en si, que al fin y al cabo se puede intentar huir de ella, más o menos, aunque sea a base de emigración. Y tampoco tiene mayor trascendencia para quien no ha conocido otra cosa, se acaba naturalizando, se normaliza.

Lo peor de la primera experiencia de ser y sentirse y saberse pobre no es esa primera bofetada, sino las que vienen después, y esas ya no vienen solas, vienen a pares, como queriendo convencerte de tu posición social irrenunciable: El único ejército del que no puedes desertar es el de la pobreza, parece que te repiten sin cesar.

Un espacio de reconocimiento mutuo y de reconstrucción común de las propias debilidades

Me refiero al par de hostias que recibes cuando aprendes: Uno, que la pobreza es hereditaria. Y dos, que nunca te libras de la amenaza de volver a la pobreza, si es que alguna vez consigues salir. La maldita “cultura de la pobreza”, según la sociología. Algo que, por ejemplo, las visiones economicistas y detractoras de la Renta Básica nunca entenderán, porque se han olvidado de contar con el protagonismo y la sabiduría de quienes sufren y han sufrido la pobreza. Ninguna de esas personas pondrá en tela de juicio disponer de los ingresos básicos cada mes. Otra cosa es que su trabajo no valga nada para el sistema por las razones contables y macroeconómicas que nadie se explicaría en su sano juicio, por muy poco y pobre concepto que se tenga de la justicia.

Bueno, pues en ese digerir el trago amargo de la pobreza, sin morir en el intento, estuvo el entrenamiento previo en ASMIBA. Un espacio de reconocimiento mutuo y de reconstrucción común de las propias debilidades. Aprendiendo a establecer lazos de solidaridad entre diferentes, aprendiendo herramientas y habilidades profesionales y laborales para el día de mañana. Forjando el carácter de resistencia y compromiso con la lucha cotidiana. Leyendo y escribiendo. Leyendo y tecleando. Leyendo y leyendo.

Desde esa toma de conciencia sobre la propia capacidad y valía surgen los movimientos sociales de emancipación: para volver a poner en el centro lo que estuvo en el margen, para poner la atención en lo que estuvo desatendido, para volver a atraer la mirada hacia lo que estuvo oculto. Y ahí ASMIBA es un tesoro por descubrir de la lucha obrera que ilumina como un faro nuestro navegar entre la tempestad capitalista y patriarcal.

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