“Se hablaba de repartir el trabajo cuando lo que hay que hacer es repartir la riqueza, y en ese momento la Renta Básica nos permitía un instrumento para repartir la renta”.
Siempre hubo colectivos de personas sensibles ante la opresión que ejercía una clase poderosa sobre otra explotada en todos los modelos sociales de producción surgidos a lo largo de la historia de la humanidad. Esta repulsa a la tiranía la manifestaban explicando las lógicas de acumulación de los sistemas opresores, así como diseñando formas e instrumentos sociales de lucha, y formulando posibles alternativas que recibían el nombre de utopías.
Entre los instrumentos de lucha nace la Renta Básica (RB) con el objetivo de redistribuir la renta y disminuir la pobreza que el capitalismo originaba ante tanta riqueza como produce la clase trabajadora. Este modelo débil no aborda enfrentarse a las características sistémicas que originan tanta explotación, con lo que se imponía fortalecer el instrumento y responder a lo que K. Marx señaló: “que la cuestión no era mejorar la condición obrera sino derribar el sistema”. La Colección Clásicos presenta un desarrollo de la RB desde los modelos débiles, pensados únicamente solo para disminuir la pobreza en las sociedades propietaristas, a diseñar y proponer modelos fuertes, como la Renta Básica de las iguales (RBis), que abordan las injusticias sociales indispensables para la necesidad de sobrevivir del propio capitalismo y derribe el sistema.
Desde su propuesta en el país (1994), la labor realizada fue la de denunciar la explotación que conlleva el trabajo asalariado y desvincular la actividad humana de la opresión; no hay trabajo digno ni salario justo. Hubo que hacer una labor de conceptualización, legitimación, así como explicar que la RB era un problema político, no económico ni financiero. Para ello, diseñamos e implantamos un modelo territorial que podría ser aplicado lo mismo a todo un país rico o pobre (nivel de Estado) u autonomía (Cataluña, Galicia y Asturias), municipios (La Orotava), a partes (barrios) del mismo (Alfafar-Valencia), o a determinados sectores productivos, como sustituir el PER y el subsidio agrario que perciben los trabajadores eventuales de las autonomías como Extremadura y Andalucía. Estos estudios iban acompañados de una encuesta que demostraba en sus respuestas que la población trabajadora preceptora de la RB, en un 80%, no dejaría el mundo del trabajo por percibir esta ayuda, sino que se dedicaría a realizar proyectos personales que la pobreza del sistema salarial y la eventualidad de los contratos no permiten.
También hemos abordado estudios socialmente más concretos, cómo la inmigración y la cuestión de género, así como para las personas con algún grado de discapacidad, para convencer que, desde el uso de la RB, se podría abordar tanta discriminación e injusticia ejercidas en las sociedades racistas, sexistas, militaristas, clasistas, totalitarias: convencer a estos grupos humanos que la única salida es, mediante el uso de otro instrumento como la brújula matriz, y el municipalismo comunalista cómo proceso, iniciar la consolidación de colectivos que transformen el capitalismo en sociedades alternativas comunales, de iguales. De lo contrario, siempre seremos poblaciones sufrientes, asistidas, sin autonomía ni capacidad de gestión propia.
Para dar claridad a los diversos modelos de rentas que se proponen. Como resumen, cuidado con el patriotismo. En los municipios actuales “el chanchullo campa a sus anchas, especialmente cuando se trata de terrenos todos urbanizables y edificables… Si ves un concejal que hace cuatro días era un muerto de hambre y ahora tiene una finca enorme y conduce un lujoso descapotable, suma dos y dos, y te salen cuatro. Fijo”.1 Además de la corrupción en el ámbito municipal, innata al sistema por ser fruto de la lógica de acumulación del capitalismo, tenemos que enfrentarnos a otro mal como el patriotismo. Es impresionante el abanico de patriotismos que nos asola a aquellas personas que estamos por construir una sociedad anti nación, anti estado, anti poder, anti patriarcal, anti militarista, anti clasista, anti sexista, y laica. Por tanto, un patriota jamás se planteará que esta clase de personas que nos declaramos anti de todo lo mencionado, podamos existir.2 Entonces, por qué no pensar en una sociedad sin clases, con un proceso de implantación que vaya del municipalismo actual para irse transformando gradualmente en una comunidad, en la cual las necesidades y los recursos para satisfacerlas sean decidas y gestionadas de acuerdo con algún modelo de comunalismo determinado por estos mínimos: propiedad comunal, producción y distribución entre iguales, decisión y gestión horizontal, valores sociales sobre individuales, más lo que el lector le quiera añadir en este sentido de igualdad y fraternidad.
José Iglesias Fernández, Barcelona, noviembre del 2020
1 Javier Ortiz. Estepona no es una rareza. Público 20 de junio del 2008.
2 Somos como aquellos salvajes, hijos de madre, que quedaban en las reservas destinadas para ellos por los constructores de Un mundo feliz. Aldoux Huxley. Millenium. Madrid 1999.