Emiliano de Tapia Pérez.- Comienzo desde la experiencia para poder hablar y reflexionar desde la realidad que vivo y así poder entender mucho mejor la afirmación de la que estoy partiendo y que forma el título de este artículo.
Comparto mi vida desde hace muchos años con personas que salen de la cárcel, que vienen de situaciones difíciles en la calle o marcadas por cualquiera de las causas que genera empobrecimiento en una sociedad de desigualdad y exclusión como la que nos está determinando.
Es tan fuerte la señalización en estas personas que muchas de ellas se sienten empujadas, por distintos motivos, a una situación de “no vuelta atrás”, poro tampoco ilusionante en el horizonte. Pues, bien, estas personas acogidas en un espacio de acompañamiento comunitario, simplemente por este hecho, porque ya tienen techo y comida en la acogida, ya no van a tener derecho al I.M.V. Como tampoco lo han tenido, por lo menos en mi Comunidad Autónoma de Castilla y León, para poder acceder por este mismo motivo a la Renta Garantizada de Ciudadanía.
Aún más, vienen de donde vienen y de situaciones, en la mayoría de los casos, dolorosísimas, ¿cómo es posible que se les pueda exigir, como una de las condiciones para recibir esta ayuda social, que en los últimos tres años hayan tenido, al menos, un año de cotización a la seguridad social desde el empleo?
Estas personas, abandonadas a “la suerte” de la exclusión social, los últimos de los últimos, muchas veces arrastrados por enfermedades crónicas, o por enfermedades mentales, ya no serán apuesta prioritaria de un sistema socioeconómico que tendría que estar obligado a posibilitar las herramientas de apoyo en sus vidas para vivirlas en autonomía.
El I.M.V. tal como está concebido, y sobre todo cuando analizamos el planteamiento puramente asistencial y que no toque para nada el sistema socioeconómico vigente, así como del papel asumido por los Servicios Sociales; todo ello detrás de estas ayudas sociales; nada cambiará en los derechos de las personas y colectivos que están accediendo a esta y otras ayudas similares.
Cuando los “derechos” del propio sistema se ponen por encima y por delante de los derechos individuales y colectivos de las personas, creo que no estamos aportando soluciones transformadoras que nos ayuden a avanzar hacia otra sociedad para todos y para todas las personas. Y éste es el caso.
La transformación social que busca esta herramienta de la Rbis necesita de un proceso en tiempo; necesita de etapas, necesita de apuestas valientes y decididas; y necesita, sobre todo, de un imprescindible sentido comunitario de la sociedad.
La Rbis es Universal e Incondicional; toda persona por serlo tiene derecho a poder disponer de estos recursos que podrían coincidir, mínimamente, con el 50% del total del coste de la renta “per cápita” a nivel global y de país. No dependerá, pues, de la acogida, ni del trabajo, ni de una concesión graciosa del estado, ni de ninguna otra condición; solamente deberá depender del derecho que cada ser humano tenemos a vivir con dignidad en una sociedad que genera riqueza suficiente para dar respuesta a las necesidades de todas las personas.
Pero, ¿en qué dirección se comparte y reparte y está dificultando afrontar estas necesidades? Yayo Herrero en el pequeño pero delicioso librito “Renta Básica de las Iguales y Feminismos”, en el prólogo quiero ver una de las causas fundamentales por la que se niega este derecho imprescindible que hay que recuperar y que así lo pretende la Rbis y no así el I.M.V y las Rentas Mínimas conocidas. “El modelo de producción, distribución y consumo que hoy se encuentra en crisis y que se intenta desesperadamente volver a poner en pie se ha desarrollado en oposición a las bases materiales que sostienen la vida humana”.
Y, ahondando en este mismo sentido, Mari Fidalgo, luchadora feminista en el País Galego y comprometida con esta misma causa de la dignidad de las personas, dice en el libro publicado por La Asamblea Asturiana por las Rentas Básicas, “Valtar imposibles, construyir utopíes” que, “si la crisis es entre capital y la vida, las propuestas transformadoras habrán de ser las que sitúen las necesidades y la dignidad humana en el centro”.
Gentes de Baladre, como Movimiento Social, definen la RBis en este mismo libro de la Asamblea Asturiana y lo han hecho y lo continuamos haciendo durante muchos años en distintos ámbitos y lugares, de esta manera; “La RBis es una propuesta que se ha ido fraguando en el contexto del desarrollo de las luchas cotidianas de los movimientos sociales que trabajan contra la pobreza, la precariedad y la exclusión social. Como tal, se trata de una propuesta que habría venido a concretar cómo en la práctica el derecho de toda persona a recibir una renta individual, universal, incondicional y suficiente para vivir dignamente, puede ser una herramienta de transformación social y de lucha desde una concepción anticapitalista y libertaria”.
Las vidas de Musta y de Lorenzo, la de Manuel o la de Alú, la de Jesús o la de Jose, La de Moha o la de Enrique, la de Guille o la de Mario, y tantas y tantas que han vivido y compartido, o que están compartiendo años en la Casa Comunitaria de acogida, por esta razón, por ser comunitaria, no tendrán acceso a participar del recurso mínimo que pueda dignificar su vida.
El empleo ha mercantilizado la vida de las personas y los colectivos. Desde el empleo se mercadea con la vida de demasiados seres humanos. Con el empleo se está generando la exclusión más dolorosa. Y es que los derechos sociales y económicos van unidos en el sistema actual al trabajo remunerado, es decir, al empleo; pero, cuando no se posibilita el acceso a este empleo, evidentemente se están limitando y negando los derechos fundamentales necesarios que sostienen la vida.
Las personas que se encuentran en la “no vida” y son “invitadas” a participar en el mercadeo del empleo, y se hace imprescindible la apuesta de que su vida se ponga en el centro; la tarea de recuperar la vida no puede nunca comenzar por este empleo mercantilizado y excluyente; estamos convencidos de que se trata de volver a recuperar el sentido del trabajo como herramienta personal y comunitaria al servicio de la centralidad de la vida.
Si antes, en y después del I.M.V. se pone el empleo como herramienta transversal, como así sucede, siempre será generadora de más exclusión y empobrecimiento, pues existen condicionantes que impedirán el acceso a esta ayuda social. Sin embargo, cuando se pone en el horizonte la Renta Básica y herramientas como el trabajo en una dinámica comunitaria, se recupera la posibilidad de que estas personas cuenten y emprendan el camino para la autonomía necesaria en sus vidas.
Cuando el empobrecimiento se asoma en la vida de muchas personas y colectivos; incluso cuando aparece en espacios de barrios, pueblos, de calles o lugares de criminalización, represión y exclusión; la RBis como herramienta comunitaria se convierte en imprescindible.
El I.M.V. es una herramienta excluyente e individualizada. El espacio de la RBis se convierte en la herramienta que comunitariamente da sentido a muchas vidas y posibilita la centralidad de muchas vidas.
Espacios en comunidad que apuestan por servicios comunitarios y en dinámica activa comunal son imprescindibles para dar sentido real a los dos pilares anteriormente planteados. Y para esta tarea hace falta hacer procesos que posibiliten transformación real de las personas y de los ámbitos en los que vivimos.
Experimentar el apoyo comunitario es imprescindible. Posibilitar y generar las herramientas necesarias para crecer en la vida comunitaria es posible. Trabajar los cuidados para dar sentido a la centralidad comunal de las vidas se convierte en una triple apuesta. Y la RBis como herramienta lo posibilita.
La integralidad de los espacios al servicio de la dinámica comunitaria; la riqueza de las personas con sus vidas puestas en juego en esta apuesta de comunidad; los recursos sociales y económicos necesarios que esta sociedad tiene en riqueza pública o privada para satisfacer los derechos sociales de todas las personas; la organización como herramienta comunitaria; la conciencia clara de la fuerza y de la debilidad de este sistema socio económico y de nosotros y nosotras; la propia debilidad de las personas que no han podido sentir y vivir la fuerza y centralidad de sus vidas ; son algunas de las realidades con las que hemos de contar para emprender este proceso largo de transformación social.
Termino, no con mis palabras, sino, de nuevo, con las de Mari Fidalgo. “Dos son los objetivos que pretendemos alcanzar con las RBis: a corto plazo, distribuir la riqueza para garantizar la cobertura de necesidades y sostenimiento de la vida; y, a largo plazo, ir creando las condiciones necesarias para un proceso de transformación social radical”.
Esto nunca será posible con herramientas sociales como las Rentas Mínimas, de Garantía, o el I.M.V. Necesitamos ir más allá. Demasiadas personas van a continuar en la exclusión y el empobrecimiento. Y son posibles otras herramientas. Muchas vidas que nos hemos encontrado en el camino estamos ya experimentando, pero con demasiadas dificultades, que otras maneras de hacer pueden hacer que la vida se ponga en el centro. Ahí está puesta nuestra irreducible esperanza.