No hay conferencia, charla, mesa redonda en la que participe con el tema de la RB que, en el coloquio, no salgan la siguientes preguntas: ¿existe alguna experiencia o país que tenga implantado este derecho ciudadano?; y, si hay, ¿cuáles son los resultados?
Ante esta preocupación tan comprensible, la respuesta es casi siempre la misma:
Cuba fue una de las primeras islas del Caribe conquistada por España durante el periodo de expansión, entre 1500 y 1600. “Los conquistadores se asentaron en los núcleos indígenas preexistentes, (de forma que) estos pudiesen proporcionar alimento y mano de obra. La conquista/colonización supuso desestructurar por la fuerza una comunidad indígena (conquista) y simultáneamente implantar en ella una nueva relación social (colonización). Y esta sociedad era nueva aunque la mayoría de su componente demográfico fuera indio, porque era nueva en la forma de apropiar la producción material, nueva en las relaciones jerárquicas y nueva en su proyecto. Así, cada núcleo conquistado y simultáneamente colonizado pasó a formar parte del sistema en continua expansión”.2
Una vez implantado y consolidado en la isla este sistema de servidumbre y vasallaje tan inhumano, ni la rigidez del sistema, ni la voluntad de los conquistadores/colonizadores españoles, permitió abrir espacios para ir integrando posteriormente las aspiraciones de independencia que manifestaban las incipientes oligarquías criollas del azúcar, el café y el tabaco. Por ello, buscaron y encontraron el oportuno apoyo en el creciente interés geopolítico y económico de los diversos gobiernos yanquis. Esta debilidad e incompetencia, características “típicas de la burocracia colonial”3 que representaba a los respectivos gobiernos de la metrópoli española, daría lugar a la conocida guerra de Cuba; un conflicto que España perdería definitivamente en 1901, que permitiría a Cuba proclamarse independiente, y a los gobiernos de los EE UU retener el derecho de intervención en los asuntos cubanos, objetivo que realmente venían consolidando.
El período que va desde 1901 hasta 1933 se caracteriza por una inestabilidad social y el creciente autoritarismo de las correspondientes administraciones cubanas. Ante las legítimas aspiraciones sociales que reclamaba la población, y estimuladas inicialmente por las exigencias de poder que manifestaban las oligarquías cubanas, la Administración norteamericana no dudará en inclinarse por respaldar la instauración y consolidación de la dictadura del general Batista en 1933. La presencia de este Gobierno autoritario y corrupto haría más imprescindible la presencia de una fuerte oposición al sistema dictatorial, oposición que se nutriría principalmente por grupos de estudiantes, trabajadores y organizaciones guerrilleras. El resultado final es bien conocido; en 1959, Fidel Castro y su gente derrotarán al ejército, y el dictador Batista huirá del país. En este mismo momento, la constitución queda reemplazada por la Ley Fundamental de la República y Fidel Castro asumirá la presidencia del país; pero no será hasta 1976 cuando se introduzca la nueva constitución, en donde se declarará por primera vez que Cuba es un estado socialista.
También es bien conocida la reacción de los EE UU. Apoyada por la burguesía criolla exilada en Miami, en 1961 la Administración yanqui intentó la invasión de Cuba, ataque que fue repelido por el nuevo ejército leal a Castro. Este fracaso militar impulsó a los EE UU a que el embargo parcial que había decretado sobre el comercio en 1960, se extendiese a la totalidad de las transacciones, tanto de mercancías como de capitales. Este bloqueo, impuesto por Norteamérica con la intención de impedir la implantación y el desarrollo de una sociedad más igualitaria, forzó definitivamente a las autoridades cubanas a buscar ayuda y refugio en el bloque soviético; como subrayan algunos autores cubanos, “la fuerte integración económica de Cuba al bloque del Consejo para la Ayuda Mutua Económica, no fue sólo, ni fundamentalmente, el resultado de coincidencias ideológicas, sino la única alternativa a la política de bloqueo que los gobiernos de EE UU impusieron desde los primeros años de la Revolución”.4
Que el Estado de un país rico dedique una parte de la producción a programas sociales, resulta hasta lógico.5 Ahora bien, para que un país como Cuba, “pequeño, pobre y bloqueado... desde el comienzo de la Revolución”,6 dedique tanto como las naciones desarrolladas al bienestar social, tiene que haber alguna otra motivación muy fuerte, diríamos que hasta ideológica: su vocación al socialismo.
Hasta la fecha, no se puede negar que la experiencia socialista en Cuba muestra un gran avance en el campo de la igualdad y las políticas de bienestar social relativos a los gobiernos anteriores no socialistas. Los índices de gasto público en seguridad social, sanidad y educación, así como sus resultados, en nada tienen que envidiar al de los países más ricos. Su política de gasto en nutrición básica 7 contribuye a conseguir los rendimientos tan altos en salud y educación. Según el Cuadro 1, Cuba dedica de su PIB a la educación 6 veces más que España, el mismo porcentaje en sanidad, y algo más de la mitad en seguridad y asistencia social. Los resultados están a la vista y son ampliamente reconocidos por las organizaciones internacionales:
Desafortunadamente para su desarrollo, Cuba emplea el 3,3% de su producción anual a defensa y orden interno, casi tres veces más que España, que dispone de una capacidad productiva varias veces mayor. Este gasto tan despilfarrador viene impuesto, como se sabe, por la amenaza constante del país vecino del Norte.
Positiva o negativa, la valoración de los resultados de la experiencia cubana imputables al propio sistema hay que realizarla teniendo muy en cuenta algunos aspectos que frecuentemente se olvidan: aparte de los propios errores que siempre se cometen, está la pobreza en origen de la Cuba de Batista, su pequeña dimensión y escasez de recursos, junto a la agresión que padece el proceso cubano desde el inicio del intento de transformación socialista. Estas características imponen serias limitaciones a cualquier modelo de desarrollo, pero de una forma más restrictiva cuando la voluntad de los gobernantes es la implantación de un modelo socialista, un modelo de igualdad social que implica la presencia prioritaria de un elevado gasto social relativo a sus recursos materiales. Además, en la comparación/contrastación, con frecuencia se hace referencia a la situación de los países ricos y se intenta medir con ellos lo que ocurre en Cuba; es decir, nos fijamos mucho más en cual es el bienestar de las poblaciones de los EE UU o de los países europeos, cuando lo más pertinente sería comparar tal bienestar con el de aquellos países que se encuentran con recursos y condiciones similares: Centro América y los Estados caribeños.
A pesar de no ser un país próspero, sino más bien lleno de carencias, asediado, y con serios problemas para mantener el desarrollo y la continuidad del proyecto socialista, particularmente desde la caída del bloque soviético, uno de los aspectos que más llama la atención en Cuba es el derecho de cada ciudadano a recoger mensualmente la canasta alimentaria de productos que aparecen en la cartilla “Control de ventas para productos alimenticios”, conocida también como la libreta de abastecimiento (Cuadro 2). Esta canasta y, sobretodo, los precios a los que se cobran sus productos van dirigidos a asegurar que prácticamente ninguna persona carezca de los alimentos necesarios para una alimentación básica.
Hasta dónde este suministro alimentario mensual se le puede considerar una renta básica es el principal objetivo que pretendo acometer en este trabajo. Así que, veamos primero cuáles son las características que definen la RB en general, y cuáles resumen esta asignación de comestibles a toda la población cubana, como un caso particular.
En su definición general, la RB es un derecho de cada ciudadano a recibir unos ingresos periódicos, que aseguren la cobertura de sus necesidad materiales, e independientemente de cual sea su situación dentro del sistema productivo: mujeres y hombres, negros y blancos, laicos y creyentes, ricos y pobres, activos y parados, jóvenes y viejos. La RB se caracteriza por ser un derecho,10 derivado de la aplicación de la justicia no contributiva, y no de la caridad, la solidaridad o la beneficencia; individual, por corresponder a cada persona considerada como ciudadano; universal, en el sentido que el ciudadano no tiene que aportar ninguna contribución previa; e incondicional, en el doble sentido de no depender de otros posibles ingresos, ni de ninguna contraprestación laboral o social. Esto permite, además, evitar la duplicada trampa de la pobreza y el desempleo, tan perniciosas en la aplicación actual de las medidas de protección social convencionales.
En su aplicación cubana, asegurando a toda la población ciertos productos de consumo básico, la RB es asimismo:
A su vez, la canasta supone un fuerte mecanismo de redistribución de la renta, en el doble sentido de que:
a) Para una persona con salario mínimo, los productos de la canasta valdrían 3 días de trabajo en vez de 80; con un salario medio casi dos en vez de 40; y con un salario máximo, menos de uno en vez de 20 días. La RB de la primera persona sería de 77 días de trabajo menos a pagar por la canasta; de la segunda, unos 38; y de la última, unos 19 días.
b) Para una familia de 4 personas y un solo ingreso; con un salario mínimo, los productos de la canasta valdrían casi 13 días de trabajo en vez de 322; con un salario medio, 6 días en vez de 161; y con un salario máximo, unos 3 en vez de 81 días de trabajo. La RB de la primera familia sería de unos 309 días menos a pagar por la canasta; de la segunda, unos 155; y de la tercera, unos 77 días.
c) Si en la misma familia entrasen dos salarios, entonces todo el valor de los productos de la canasta se reduciría a la mitad de los días de trabajo.
También es evidente la otra función equitativa de la canasta, que consiste en que los ciudadanos que menos ganan, o tienen menos ingresos por familia, se benefician más de la RB que las personas o familias que más ganan e ingresan.12
En definitiva, los cubanos reciben una RB en términos de canasta alimentaria que, añadida a la educación y la sanidad, supone una aportación muy importante al conjunto de las prestaciones de su sistema de bienestar. Si, además, se compara la situación de los cubanos con el de las personas de otros países de su entorno, se puede observar que incluso el nivel de consumo y bienestar en Cuba es muy superior al de los países de Centro América y muchos otros de Latinoamérica.
Ahora bien, si el socialismo no ha de ser un proyecto de escasez, hay que admitir que Cuba sufre en estos momentos unas carencias tan esenciales como la falta de transporte, de vivienda, y de otros renglones de la alimentación, aspectos tan básicos e imprescindibles en la vida de cada ciudadano que aún están muy lejos de ser resueltos. En este sentido, hemos de señalar que la mayoría de los trabajadores cubanos han de dedicar diariamente más de cinco horas para llegar al puesto de trabajo y regresar al hogar. La casi totalidad de los jóvenes que se emparejan han de quedarse a compartir la vivienda de alguno de los padres o familiares. Y que el lote de productos que reciben mensualmente a través de la libreta de abastecimiento sólo supone alrededor de un 20% de las necesidades alimentarias; el 80% restante hay que acudir al Mercado Informal, donde si no tienes dólares, por el precio tan elevado, adquirirlos es una tarea imposible:
Cuadro 4. Estructura por mercados del gasto mensual en alimentación, 1995
Familia de 4 personas con dos salarios Salario mínimo Salario medio
A cubrir por el Mercado Normado 20% 6,3 díasde trabajo 3,1 días de trabajo
A cubrir por el Mercado Informal 80% 643,3 días de trabajo 321,6 días de trabajo
Total consumo en alimentación 100% 649,6 días de trabajo 324,7 días de trabajo
Este es un ejemplo del volumen de las carencias en el sector alimentario. Para una familia de 4 personas con dos salarios mínimos, la pareja sustentadora tendría que dedicarle unos dos años de trabajo para conseguir la totalidad de los bienes alimentarios de cada mes. Indudablemente que, en aquellas familias donde entran dos salarios medios las dificultades se atenúan. Del mismo modo, los niveles de educación y sanidad comienzan a resentirse afectados por los problemas que está presentando la recuperación de la economía desde el periodo especial.
La cuestión, entonces, es: la persona que no reciba dólares de algún familiar, a través de los flecos salariales, o de algunas conductas asociales, tales como la prostitución, robar en la propia empresa, etc., ¿de dónde va a sacar más tiempo para poder pagar el resto de los bienes y servicios que necesita la familia para disponer de un mínimo decente? Raúl Castro, en el informe de marzo de 1996 al Comité Central del Partido Comunista, aludía a esta situación, cuando recordaba sobre “las consecuencias negativas, en lo material y lo ideológico, de la apertura económica de los últimos seis años. Los cubanos y los interesados en Cuba son muy conscientes del impacto contradictorio de las crecientes ‘libertades’ de mercado en el país. La dolarización, la inversión extranjera, el turismo, las ocupaciones de tipo autónomo, los mercados de productos agrícolas, y los paladares han incrementado la desigualdad económica de manera dramática, aunque también hayan contribuido a aumentar la producción”.13
Por otro lado, y no menos significativo, se aprecia una gran deficiencia de instituciones y organizaciones con vida propia al margen del aparato oficial y el partido único, pudiendo esto ser lo más grave, ya que indican una falta de voluntad política, más que de recursos económicos. Después de 40 años de ejercer el poder, difícilmente se puede entender, y menos justificar, la ausencia total de un sistema político que se distinga del capitalista, en el sentido de instaurar una democracia de naturaleza participativa; es decir, un sistema libre de la dominación del aparato burocrático y sin una actitud de culto al líder. Tampoco sería procedente pasar por alto el anuncio último del endurecimiento del sistema penal y la defensa de la aplicación de la pena de muerte. Sobre estos aspectos existe ya un debate entre los intelectuales cubanos que recomendamos al lector: “me parece muy positivo el hecho de que en el momento más difícil en la historia de la Revolución, nos estamos moviendo hacia una visión más pluralista de la construcción del socialismo. En algún momento, la línea del partido era la línea -punto- y al que hablaba contra esa línea, aunque fuera respetuosamente, se le consideraba un contrarevolucionario. Esa no es la situación ahora. Dentro del Partido hay una tendencia creciente a presentar perspectivas alternativas y a sacar ahora las diferencias”.14 En consecuencia, más que a nosotros, es obvio que corresponde a los cubanos evaluar e incidir en su propia realidad.
Todas estas cuestiones son lo suficientemente fundamentales como para que, los que queremos caminar hacia una sociedad alternativa en nuestros países, tengamos estas dificultades bien claras previamente. Tampoco nos hemos de olvidar que, a pesar de las carencias señaladas, hay que reconocer cuanto de encomiable es que un país como Cuba, sin muchos recursos, dedique buena parte de la riqueza que produce a mantener un Estado de bienestar como el que hemos descrito. De hecho el objetivo de este trabajo consiste en demostrar que la RB, si es posible en un país como Cuba, más fácilmente se puede aplicar en países ricos como España.
Así mismo, produce una gran satisfacción comprobar como continúa siendo el único país que sigue incordiando, al igual que una piedra en el zapato, al gran vecino del Norte. Estos dos aspectos tienen una gran importancia, especialmente cuando pensamos y comprobamos las secuelas de la caída del muro de Berlín para los programas de bienestar de las poblaciones de los Estados capitalistas, y para la ayuda que recibían muchos movimientos revolucionarios de los países “emergentes”.
La Habana, abril de 1999