Antes de la “neurosis de guerra” provocada por el coronavirus, la salud mental ya era un problema colectivo

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Hospital Miguel Servet. Foto: Pablo Ibáñez (AraInfo).arainfo.org.- El abandono bajo el pretexto del riesgo de contagio, la sobremedicación, las incapacitaciones y la psicologización de los problemas colectivos así como el refuerzo de la desidia de las adicciones serán algunas consecuencias si no se refuerza la salud mental como un servicio esencial.

Los efectos traumáticos que está teniendo la situación creada por la pandemia del coronavirus, con sentimientos de irrealidad acompañantes, de detención del tiempo, de cambio radical de nuestras condiciones de vida, “no nos pueden hacer olvidar los problemas en los que estábamos antes”. Así comienza el informe elaborado por la Plataforma de Salud Mental.

La endeble planificación de la asistencia, problemas de espacio en algunos Centros de Salud Mental (CSM), preocupación por las prácticas coercitivas, listas de espera, etc. Si bien los acontecimientos nos traen de forma alarmante nuevos problemas, los anteriores van a seguir estando ahí cuando se vuelva (si es posible) a la “normalidad”, probablemente corregidos y aumentados, y alertan de que estos problemas podrían agravarse si se analizan de forma equivocada.

Uno de estos errores sería la de observar los problemas sólo desde una comprensión biologicista, tecnificándolos y separándolos del proceso personal y social en que se producen. El otro, jerarquizando la respuesta, haciendo que ésta sólo dependa de los “expertos”, en quienes se deposita toda solución, estimulando una “retórica delegativa de lo común” que evita la reflexión y el intercambio colectivo como eje de solución, con el riesgo de vuelta a antiguos modelos asistenciales.

Desde esta plataforma aseguran que otro problema derivado de la emergencia sanitaria ha sido la limitación y, con ello, los riesgos de atender a los y las pacientes de manera telemática, eliminando las intervenciones presenciales y grupales, “con el agravante de que en la gran mayoría de los recursos no se dispone de medios telemáticos, de los que también carece buena parte de los usuarios a los que atendemos. No desdeñamos la utilidad de las nuevas tecnologías, pero somos conscientes de sus limitaciones”.

Por ello, desde esta plataforma piden a las administraciones y a la ciudadanía, “una reflexión sobre la trascendencia de esta situación traumática, que corremos el riesgo de que se haga crónica. Hemos de saber cómo afecta a nuestros conflictos previos, sean éstos personales o relacionales”.

En el plano de los efectos psíquicos más concretos del coronavirus desde la plataforma observan una particular “neurosis de guerra” en la que las personas experimente en distinto grado sentimientos y vivencias similares a los que presentan las personas con trastornos psicóticos: sentimientos de amenaza (la vida y la muerte pueden estar a la vuelta de la esquina), paranoia (contaminar o ser contaminado, cualquiera puede ser un peligro), aislamiento afectivo, incluso distanciamiento de la realidad. En ocasiones se suman también duelos, a menudo complicados, por pérdidas inesperadas. “Esta situación, que puede agudizar conflictos previos, se complica por la falta de las alternativas de evasión que esta sociedad consumista nos oferta y a las que estamos acostumbrados”, aseguran desde la Plataforma de Salud Mental.

Es necesario pensar, además de atender las posibles descompensaciones personales, que lo que la población está padeciendo y padecerá según esta plataforma es un “incremento del sufrimiento” que sería conveniente ayudar “a canalizar en lugar de cuantificar y catalogar”. De lo contrario, explican, “sólo lograríamos prolongar los sufrimientos a la vez que condenamos a un desbordamiento nuestro sistema de atención, dada la envergadura de la conmoción social. Habría que actuar desde el inicio, en la medida de lo posible de manera colectiva, sin patologizar a la población”.

Si bien el sufrimiento tiene que ser escuchado y elaborado, la atención individual no es la única vía, apuntan, y “no siempre lo más beneficioso es hacer una lectura individualista de dicho sufrimiento”. La propuesta de esta entidad es que hay que “garantizar el abordaje psicosocial comunitario” superando el enfoque médico reduccionista de síntomas- diagnóstico- fármacos. Este planteamiento no ignora las consecuencias sociales de la llegada del COVID-19 con sus particularidades eventuales en cada caso.

Otro problema al que según esta plataforma se debería poner atención en esta nueva situación es a un posible retorno a la restricción de derechos de los y las pacientes de psiquiatría con Trastorno Mental Grave, diferenciándolas como población del resto de la ciudadanía, “justificando la diferencia en la atribución de que no son capaces de entender y valorar los peligros”. “Su conducta, en contadas ocasiones imprevisible, puede ser valorada como un riesgo intolerable ahora. Es la vieja hipótesis de la violencia de los enfermos mentales contada de otra forma. Lo adecuado, siempre, es adaptar las acciones a las necesidades de cada colectivo, incluyendo en su caso la discriminación positiva como garantía del derecho de igualdad”, advierten desde la Plataforma de Salud Mental.

Aunque admiten que en el pasado han puesto de manifiesto las deficiencias a la hora de la planificación asistencial, consideran de obligado compromiso hacer un esfuerzo mayor de reflexión y planificación unificada de la asistencia en estos nuevos tiempos que va a resultar necesario recorrer, plagados aún de incertidumbre.

En definitiva, esta entidad advierte de los peligros que entraña esta nueva etapa como por ejemplo, la priorización de la salud biológica frente a la mental, la desaparición del modelo comunitario y la vuelta a “lo hospitalario”.

Además, advierten de que interponer distancia con las personas enfermas podría eliminar el valor terapéutico y rehabilitador de frecuentar los Centros de Salud Mental o los Centros de Día.

El abandono bajo el pretexto del riesgo de contagio, la sobremedicación, las incapacitaciones y la psicologización de los problemas colectivos así como el refuerzo de la desidia con la que se trata habitualmente el problema de las adicción son otras de las posibles consecuencias si no se refuerza la salud mental como un servicio esencial. En concreto la Plataforma por la Salud Mental recuerda que es el momento de afianza la red público-social gracias a las iniciativas ciudadanas surgidas al calor de la epidemia para que esta situación “temporal” se convierta en lo que siempre ha necesitado la población, el cuidado sociosanitario.

Asimismo, esta plataforma recuerda que ahora más que nunca es necesario reforzar la cobertura (tanto telefónica, como presencial) en la prevención de problemas de salud mental y la atención a las personas con diagnóstico de enfermedad mental. Entre otras cuestiones solicitan que se evalúe cómo se está realizando en esta fase de confinamiento la atención a personas con adicciones y que se reabran los servicios de comedor o buscar soluciones alternativas que aseguren la provisión de alimentos a la población enferma mental grave atendida con anterioridad en esos servicios y a las personas nuevas que lo necesiten.

En definitiva, las recomendaciones de la Plataforma de Salud Mental de Aragón comienza por reivindicar que la atención a la salud, a la salud mental y a un modo de vida digno no se consiga por la caridad o beneficencia, sino desde el reconocimiento efectivo de los poderes públicos como un derecho humano fundamental.

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