Del derecho al empleo al derecho a vivir dignamente

Solapas principales

fotoMari.- El análisis que ofrece la propuesta de la Renta Básica de las Iguales acerca del papel central que juega el empleo en el marco capitalista actual y su incapacidad para garantir condiciones de vida digna y en libertad, tiene, a nuestro juicio, una vinculación directa con las premisas de la economía feminista y su crítica a la visión androcéntrica preponderante en la ciencia económica y, en general, en todas las disciplinas.

Una visión que se caracteriza por considerar el mercado -en cuanto espacio público económico privilegiado- y el trabajo asalariado, como elementos troncales de sus análisis, obviando todas aquellas actividades que tienen lugar en el llamado espacio privado, como son los hogares, o no sometidas a intercambios monetarios (trabajo voluntario, comunitario, etc.), pese a que estas juegan un papel fundamental en la satisfacción de necesidades y el bienestar de las personas.

Así, la economía feminista asume que las relaciones de género, al igual que otros ejes de poder, atraviesan el sistema económico, dando lugar a una pugna entre dos lógicas opuestas: la de los mercados y del capital, dirigida a la acumulación de beneficios, contra la lógica de los cuidados, en la que prima la[1] sustentabilidad de la vida.
Este planteamiento coincide pues con la premisa central en torno a la cuál se construye la propuesta de la RBIs: empleo y trabajo no son sinónimos, puesto que en este último término tiene cabida un gran abanico de actividades que se dan al margen del mercado y que son de plena utilidad y valor social. Mediante estas actividades, históricamente desenvueltas por las mujeres como el trabajo doméstico, se producen bienes y servicios necesarios para la subsistencia y el bienestar, muchos de los cuáles no pueden ser solucionados por el mercado como la regulación emocional, socialización, seguridad, cuidado de la salud o en determinados tramos de la vida, etc. En palabras de Cristina Carrasco[2] estos elementos garanten más que la subsistencia biológica, una vez que repercuten sobre nuestra calidad de vida, autonomía, afectos y relaciones sociales.

José Iglesias y otras voces[3] apuntan que para producir riqueza, las elites económicas se benefician de recursos que son de propiedad común, empleando pues lo que es de índole colectiva para satisfacer a intereses particulares y garantizar la acumulación, perpetuando así la desigualdad y la concentración de recursos en manos de los grandes poderes.
Desde la perspectiva feminista aplicada a la economía se denuncia además la invisibilidad que indicadores como el PIB confieren a los bienes y servicios producidos por los trabajos de cuidados, cuando es evidente la riqueza que desde una lógica no mercantil generan este tipo de actividades, que contribuyen a la renda y al bienestar de la población.

foto Si los trabajos que se dan en la esfera doméstica y no monetizada aportan a la riqueza de una comunidad, es de justicia que la totalidad de personas que participan en el desarrollo de estas actividades puedan acceder a los recursos económicos producidos, con independencia de otras condiciones como la situación laboral, familiar, nivel de ingresos, etc.
Al contrario de lo que sustentaban los enfoques económicos ortodoxos, los bienes y servicios necesarios para satisfacer las necesidades humanas se extienden, y deberían ser reconocidos, mucho más allá de la reproducción de la fuerza de trabajo necesaria para seguir engrasando los engranajes del sistema. Mantienen la vida y el bienestar de toda la población, asunción que rompe con el esquema productivista y utilitarista dominante, presa de un fuerte sesgo androcéntrico.

Una comunidad está conformada por personas que van a actuar como fuerza de trabajo y otras que no, ya sea por la franja de edad en la que se encuentren, por su estado o condiciones físicas o psíquicas, o bien por decisión propia. Y todas precisan tener garantizados las necesidades y cuidados precisos para unas condiciones de vida saludables. La condición de ser humano es el elemento primario de la generación de tal derecho, y la concepción de la fragilidad e interdependencia que caracteriza nuestra existencia, el substrato para formular propuestas que aborden la centralidad de la vida como premisa para el reparto de la renta y a justicia social.

Formulaciones que permitan no sólo satisfacer las necesidades básicas -tanto las materiales, como emocionales, sanitarias, relacionales, culturales, identitarias y políticas- y vivir con dignidad, si no que abran espacios de cuestionamiento del orden vigente y que nos permitan avanzar en la construcción de procesos amplios de transformación social.
Pasar de la histórica reivindicación del empleo, a que sea la vida, la existencia humana con dignidad, la que esté en el centro de las preocupaciones políticas y sociales, es hacer una apuesta firma por la RBIs.

Muchas veces nos preguntamos y nos preguntan, se será este el tiempo de luchar por la RBIs cuando la avalancha capitalista-neoliberal nos está a expropiar derechos y libertades, servicios básicos, vidas. No será el tiempo de defender lo poco que teníamos, en lugar de aventurarnos en utopías como la Renda Básica de la Iguales?, nos cuestionan gentes con intencionalidades varias y también nos cuestionamos nosotras, que tratamos de mantener la sana costumbre de hacernos preguntas.

Y una intuición emerge del fondo de la duda, mas también del fondo del sueño, de la esperanza que albergamos todas las que sentimos la urgencia de cambiar el mundo.
Se no nos arriesgamos ahora, visto el espacio que va ganando los planteamientos ultra reaccionarios en el actual contexto, y el programa de gobierno que el capitalismo está a llevar a cabo, con la consiguiente violencia, empobrecimiento, marginación, enfermedad, retroceso de derechos y la destrucción ambiental que acarea, puede que en un futuro próximo ya no tengamos nada que perder.

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Notas:
1 Carrasco, Cristina (2001) La sostenibilidad de la vida humana: ¿un asunto de mujeres? Mientras Tanto, 82, pp.43-70. Esta autora, además de la economista feminista Amaia Pérez Orozco, produjeron diferentes trabajos sobre la economía de los cuidados, la sustentabilidad de la vida y la imposibilidad de vivir vidas vivibles dentro del sistema capitalista-patriarcal. Para el presente texto se tomó como referencia: Del Río, Sira y Pérez Orozco, Amaia (2004) “Una visión feminista de la precariedad y los cuidados ”http://www.ucm.es/info/ec/jec9/

2 Carrasco, Cristina (2011). La economía del cuidado: planteamiento actual y desafíos pendientes en Revista de Economía Crítica, no 11, primer semestre 2011, ISSN: 2013-5254.

3 Iglesias, Jose, S. Bayona, Manuel, García, Óscar, García, Enrique, Zafra, Rosa: obra citada, pp. 28: “(...) los proceso de trabajo tienen un carácter global, y de que la producción de valor es social, no individual. No sólo produce valor una persona directamente ocupada durante su jornada laboral, sino que toda la producción es sistémica (...)”

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